10 candidatas, pero sólo 3 pasarán a la lista..."¿Cuál de estas ciudades españolas que todavía no lo son, merecen ser Patrimonio

Tenéis la oportunidad de proponer una más.

1. Cartagena

Cartagineses y Romanos La ciudad de Cartagena fue fundada, con el nombre de Quart Hadast, hacia el año 227 a. C. por el general cartaginés Asdrúbal sobre un núcleo de población anterior que se viene relacionando con la Mastia que aparece recogida en la Ora Marítima escrita por el romano Rufo Festo Avieno en el siglo IV a.C. La presencia cartaginesa en ella sería fugaz ya que en el 209 a.C., en el transcurso de la Segunda Guerra Púnica fue conquistada. Bajo el dominio romano la ciudad vivirá sus mayores momentos de esplendor entre finales del siglo III a.C. y los comienzos del II a.C. En el año 44 a.C. recibiría el título de colonia bajo la denominación de Colonia Urbs Iulia Nova Carthago. La importancia de la ciudad se basó, junto a la riqueza minera de su sierra, en su privilegiado emplazamiento y la singularidad de su topografía (situada en una pequeña península rodeada de colinas y con una laguna o mar interior –El Almarjal de los tiempos modernos –al norte) que permitían su fácil defensa. Con el final del imperio romano se abre una época de decadencia de la que se tienen muy pocas noticias. De este período podemos destacar el paso de los vándalos por la ciudad, el dominio visigodo, interrumpido en el 555 por la tropas bizantinas del Emperador Justiniano que, en su intento de recuperar los territorios que pertenecieron al Imperio Romano de Occidente, tomaron la ciudad y la convirtieron en la capital de la provincia de Spania, que abarcaba parte del sureste peninsular, desde Málaga hasta la propia Cartagena. Visigodos y árabes La ciudad caería nuevamente en poder de los visigodos tras ser conquistada y arrasada a principios del Siglo VII. A partir de este momento, Cartagena desaparece prácticamente como ciudad. En el año 734, a causa de la capitulación de la Cora de Tudmir, caería bajo el poder musulmán, emprendiendo entonces, y sobre todo entre los siglos X y XII, un proceso de lenta recuperación , que queda reflejado por su cita en las obras de escritores árabes. Sede Episcopal y Capital del Departamento Marítimo Fue en 1245 cuando el entonces Principe Alfonso -el posterior Alfonso X el Sabio- conquistó la ciudad que recuperará entre otras, su condición de sede episcopal. Con todo serán estos siglos bajomedievales una etapa de decadencia, de la que comenzará a salir en el siglo XVI con la reactivación económica y política generalizada que vive el país, pero, de nuevo, entrará en franca decadencia en el siglo XVII, agravándose en su caso la crisis por las repetidas epidemias que la asolaron durante toda la centuria. Cartagena recobrará su antigua importancia en el siglo XVIII cuando, a raíz de su elección en 1728 como capital del Departamento Marítimo del Mediterráneo y la construcción del Arsenal y de los castillos y cuarteles previstos en el plan de fortificación de la ciudad redactado por el ingeniero militar Martín Zermeño a instancias del Conde de Aranda, se alcance una gran actividad constructiva y mercantil que atraerá hacia ella a grandes contingentes de población, pasando ésta en un corto espacio de tiempo de 10.000 a 50.000 habitantes.

2. Zaragoza

Aunque las primeras noticias de la ciudad nos hablan de un poblado ibérico llamado Salduie o Salduba, el núcleo inicial de la actual ciudad de Zaragoza fue una colonia creada por los romanos, en el año 24 a.C., para los veteranos del ejército, llamada Caesar Augusta. A este origen se debe el trazado urbanístico del casco antiguo y su primer perímetro (el denominado 'Coso'). En el siglo VIII se convirtió en un centro musulmán importante llamado Medina Albaida Sarakosta. Los Banu Qasi, procedentes de Lleida, la convirtieron en capital de su reino taifa. En el año 1118 Alfonso I el Batallador la conquistó y la convirtió en la capital del reino de Aragón. En el siglo XV se incorporaron a la ciudad los arrabales de labradores de San Pablo y de pescadores de las Tenerías. Durante el reinado de Fernando el Católico se fundó la universidad y se construyó la Lonja. En el siglo XVIII, al perder Aragón sus fueros por los decretos de Nueva Planta, la ciudad dejó de ser sede de importantes instituciones del reino de Aragón. Durante la guerra de la Independencia (1808-1814), Zaragoza resistió el asedio de las tropas francesas. A finales del siglo XIX se convirtió en el foco de una fuerte inmigración rural atraída por el reciente proceso de industrialización de la ciudad.

3. Pamplona

LOS ALBORES El núcleo primitivo de la ciudad de Pamplona se remonta al primer milenio a.C., cuando era una aldea habitada por vascones, de nombre Uruna o Iruna, emplazada en la parte más alta de una terraza sobre el río Arga, en un emplazamiento estratégico. Aunque está considerada como punto importante en el primitivo trazado viario de la Península Ibérica e inevitable lugar de paso para las primeras migraciones indoeuropeas, los historiadores creen que el núcleo primitivo pudo ser utilizado como escala por los celtas. Desde sus orígenes Pamplona muestra una decidida voluntad de ejercer su hegemonía sobre el territorio circundante. ÉPOCA ROMANA Y VISIGODA La romanización echa raíces en el siglo I antes de Cristo, cuando la ciudad romana se instala sobre el primitivo poblado vascón. Está fuera de dudas que en el invierno de los años 75 a 74 a. C. sirvió de campamento al general romano Cneo Pompeyo, durante su campaña contra Sertorio, al que se considera por ello fundador de "Pompaelo" , Pompailon, Pompeiopolis, del que deriva Pamplona, "la ciudad de Pompeyo" a partir de un poblado vascón autóctono. Los primeros historiadores romanos, cuentan la gran dificultad que tenían los generales de Roma en conquistar estas tierras. La cristianización del territorio y la presencia cultural de Roma propiciarán la consolidación de Pamplona como capital política y religiosa. Pamplona ( Iruña ) se construyó con la intención de dominar las comunicaciones entre el Cantábrico, el río Ebro y los Pirineos por parte de los romanos, sirviendo de enlace entre la Península y el resto del Imperio a través de la Galia. Pompaelo crece hasta convertirse en un auténtico municipio romano, con foro y termas, que alcanza su máximo esplendor en el siglo II. Excavaciones en torno a la catedral han puesto de manifiesto la existencia de una ciudad desarrollada y dotada de servicios. El Museo de Navarra guarda testimonios de este momento crucial, cuando el primitivo poblado de vascones entró en la Historia de la mano de la civilización romana. La ciudad conoció hacia el 275 las primeras incursiones germánicas, a las que en el 409 se sumaron las invasiones de suevos, vándalos y alanos. Queda constancia de la toma de la ciudad por los visigodos en el año 472, en la pluma de San Isidoro, y en la de San Gregorio de Tours, de las sucesivas conquistas de Childeberto I (511) y Clotario I (561). Navarra en general, y de manera especial Pamplona, en los siglos VI y VII fueron un constante objetivo militar para la monarquía visigoda, que trató de controlar, con escaso éxito, el territorio. Sin embargo convendrá precisar que esta empresa tuvo un interés secundario, dado que tenía lugar en un escenario alejado, remoto, para los monarcas visigodos. Wamba restaura sus murallas en el siglo VII, y es posible que en el 711, momento de la invasión islámica, el rey Rodrigo se encuentre en campaña militar frente a estos muros. ALTA EDAD MEDIA Las tropas musulmanas llegaron temprano a Pamplona, en el año 714, aunque su presencia fue efímera, ya que prefirieron arraigar en la Ribera, particularmente en la comarca de Tudela, donde los musulmanes permanecieron durante 400 años, concretamente hasta 1119. Después de la Conquista, Pamplona se somete a los musulmanes mediante pactos entre éstos y los jefes nativos. Y es lugar de flujo y reflujo en los sucesivos intentos de árabes y francos por romper el equilibrio establecido a ambos lados de los Pirineos. Desde el siglo VIII, el poder musulmán, a cambio de tributos, permite a la nobleza local conservar la religión cristiana y gozar de cierta libertad de acción. Carlomagno, dentro de su política de expansión territorial, a la vuelta de una expedición a la Zaragoza musulmana, ocupó Pamplona y destruyó sus murallas en el año 778. Inmediatamente después, en Roncesvalles, cuando estaba a punto de abandonar la tierra de los vascones, sufrió una clamorosa derrota que inspiró la Chanson de Roland y que frustró su proyecto de constituir una zona de influencia carolingia en el valle del Ebro, similar a la Marca Hispánica de Cataluña. Tres años más tarde, Abd al-Rahman I reocupa la ciudad. Tras los episodios visigodos, musulmanes y carolingios, en la segunda mitad del siglo IX la ciudad se afianza en el emergente núcleo cristiano, que al igual que en Aragón y Asturias, se configura como elemento de oposición frente al Islam instalado en el territorio de la monarquía visigoda, cuando la familia vascona de los Íñigo dio a Pamplona su primer caudillo, Íñigo Arista. La dinastía Jimena, en el siglo X, vertebra este movimiento social y político y da lugar al Reino de Pamplona, así llamado originariamente y que así se llamará en los dos siglos siguientes, hasta que en 1164 se tomó el título de Reino de Navarra. Sancho Garcés I que reinó entre los años 905 al 925, se comprometía a acatar los Fueros, códigos de leyes que garantizaban el cumplimiento de los derechos de los navarros. Con este cambio de denominación se pretendía subrayar la soberanía del territorio, del conjunto de Navarra, y marcar distancias frente a la corona de Castilla, a la que en algún momento los monarcas navarros habían prestado vasallaje. Para sobrevivir ante los reinos de Castilla y Aragón, los reyes de Navarra se pusieron bajo vasallaje de los reyes de Francia e incluso las ultimas dinastías reales navarras ( los Thibault o Teobaldos, los Champagne, los Albret o Labrit ) eran de origen francés. PAMPLONA MEDIEVAL, CAPITAL DEL REINO En la Pamplona medieval predomina la autoridad del obispo, en tanto que el monarca tiene una corte itinerante, como es habitual en esta época. Pamplona se reducía entonces a una pequeña aldea campesina, denominada también Iruña y más tarde Navarrería, heredera histórica de la ciudad romana, habitada por labradores dependientes del obispo y sometida al dominio temporal del obispo. De hecho durante más de 300 años, de finales del siglo X hasta 1323, permanecerá bajo la autoridad del obispo. Mientras tanto, el rey vive a compás de las coyunturas militares y políticas, y establece su corte itinerante en otras poblaciones del reino antes que en Pamplona, donde aunque también tiene palacio no se encuentra cómodo, pues su jurisdicción puede entrar en colisión con la episcopal. La Pamplona medieval no es una, sino tres. La política repobladora de los monarcas pamploneses que inicia Sancho Ramírez (1076), dinamizada por el auge espectacular del Camino de Santiago, motiva el surgimiento de nuevos núcleos urbanos junto a la ciudad originaria. Aquí existen, a veces a duras penas, tres núcleos urbanos diferenciados jurídica y socialmente. Cada uno de ellos tiene sus propias autoridades municipales, sus ordenanzas y sus murallas. El primitivo poblado vascón, tradicionalmente llamado Iruña, después romanizado, alberga a los navarros, a los pobladores autóctonos; es el barrio de la Navarrería. En el burgo de San Cernin —San Saturnino, en castellano— impulsado por la corona en los años 1090-1100, se ha establecido el influyente grupo de francos, burgueses, comerciantes, en buena parte procedentes de Francia de donde han traído su lengua y sus devociones —San Cernin se venera en Toulouse—a los que Alfonso I el Batallador le extendió el fuero de Jaca en 1129. La población de San Nicolás constituye el tercer núcleo urbano de Pamplona, con una sociedad más heterogénea en su procedencia y condición social, -navarros y francos-, que actuará como fermento de la futura Pamplona favorecido también con el mismo privilegio. Estas dos nuevas poblaciones se apresuran a levantar sus iglesias parroquiales y sus recintos amurallados para dejar patente su autonomía respecto al cabildo catedralicio. La trama urbana se completaba con otros núcleos menores: el pequeño burgo de San Miguel y la aljama judía junto a la Navarrería y la "Pobla Nova del Mercat', de labradores, sobre tierras del mercado del burgo de San Cernin. Cuando en 1189 Sancho el Sabio favorece al núcleo de la Navarrería con un privilegio real que la fortifica y la repuebla, se inicia una sucesión de enfrentamientos y rencillas entre los tres burgos que dura tres siglos debido a las diferencias de origen de sus habitantes, privilegios y dependencia real o eclesial. La división en barrios o burgos se mantendrá a lo largo de los siglos XIII y XIV, con su secuela de conflictos y violencia que frena el desarrollo de la ciudad. Orígenes, intereses y ocupaciones a menudo divergentes alimentaron frecuentes rencillas entre los tres burgos principales. La tensión alcanza su mayor intensidad en 1276, cuando al calor de la crisis política suscitada por la llegada de una dinastía extranjera al trono navarro, los Capetos, reyes de Francia, las tropas francesas asaltan el barrio de la Navarrería, matan a sus habitantes y arrasan las propiedades. El obispo, que ha padecido con especial virulencia el saqueo, pierde su tradicional hegemonía sobre la ciudad, que pasará definitivamente bajo control del monarca. Navarra da un paso decisivo hacia el futuro, bajo la dinastía de la casa de Champaña y con los reinados de Teobaldo I, Teobaldo II y Enrique I como protagonistas. Poco a poco se van dejando atrás las viejas formas y estructuras, dando paso a otras más acordes con la modernidad de la época, tanto en apartados económicos como sociales, apostando por aires europeístas en su proyección exterior y en distintas reformas administrativas, que marcan el comienzo de una nueva era que, los historiadores, engloban hasta la muerte de Enrique I en 1274. La llegada de la casa de Evreux al trono de Navarra en 1328 abre una época de consolidación política y de desarrollo económico y cultural. Sin embargo, la situación de casi continua guerra civil entre los burgos de la que no se libra, tampoco, la rica judería, persiste hasta el 8 de septiembre de 1423, fecha en que Carlos III, EL NOBLE, rey de Navarra, promulga el Privilegio de la Unión, fuero municipal que integra a las tres poblaciones bajo una sola autoridad municipal y bajo el mismo escudo heráldico y que va a durar hasta la implantación del nuevo régimen en 1836. Supone la fusión perpetua de "la ciudad", "el burgo'' y "la población" en un solo municipio con alcalde, justicia y jurados comunes. La ciudad calificada a partir de ese momento de 'muy noble', dispondría así en adelante de un emblema definitorio: el blasón con león rampante sobre campo de azur y la corona símbolo del juramento de los reyes en la Catedral. Al fin la ciudad supera sus enfrentamientos fratricidas e inicia un periodo de desarrollo del que da testimonio el conjunto arquitectónico de la Catedral, en el que destacan el claustro del gótico final y el soberbio sepulcro, esculpido por artistas borgoñones, en el que reposan Carlos III el Noble y su esposa.

4. Lugo

Lugo es el nombre de la capital de la provincia gallega del mismo nombre, en España. La ciudad fue fundada entre los años 26 y 12 adC por Paulo Fabio Máximo, legado de César Augusto, en cuyo honor la bautizó como Lucus Augusti (la palabra latina lucus significa "claro" o "bosque sagrado", según los distintos autores). Fruto de la política expansiva llevada a cabo en la época de Augusto, la ciudad fue fundada sobre un antiguo campamento militar instalado antes de las guerras cántabras. Se trata de la capital más antigua de Galicia. Su gentilicio es lucense o lugués y su escudo está formado por dos partes. En la superior aparece un cáliz flanqueado por dos ángeles y en la inferior, una torre rodeada por dos leones. El canto incluye un lema que reza "Hoc hic misterium fidei firmiter profitemur" (Aquí, con fe firme, confesamos este misterio), en referencia a la eucaristía. Enmarcada en una comarca de montañas redondeadas, viejas y no muy altas, está situada sobre una meseta, a una altura de unos 465 metros sobre el nivel del mar, al pie de la cual se encuentran el curso del río Miño y de uno de sus afluentes, el pequeño Rato. Cuenta con 91.426 habitantes, por lo que es la quinta ciudad de Galicia (1 de enero de 2004, fuente: INE). Inicialmente se estableció como un campamento romano y posteriormente se convirtió en una de las tres capitales administrativas de Gallaecia, la provincia romana que ocupaba el noroeste peninsular (las otras eran Braga y Astorga). Tradicionalmente se consideraba que las dos vías perpendiculares que configuraban todas ciudad romana (el cardo y el decumano) seguían la ruta de las actuales calles San Pedro y Rúa Nova y se cruzaban en la Praza do Campo, que sería el foro. Sin embargo, recientes descubrimientos arqueológicos demuestran que existía una amplia plaza pública que ocupaba desde la Rúa Doutor Castro (llamada das Docerías) hasta la Rúa do Progreso, incluyendo gran parte de la actual Praza de San Domingos, lo que ha llevado a replantearse la teoría anteriormente citada. Se conservan multitud de piezas, yacimientos romanos y mosaicos que aún en la actualidad siguen apareciendo, sobre todo cuando se llevan a cabo obras en el casco antiguo. Lugo cuenta con una muralla romana construida a finales del siglo III y principios del IV, comienzo del bajo imperio romano. La muralla, declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco en el año 2000, se conserva íntegra y rodea el centro de la ciudad, la catedral, el museo provincial, el ayuntamiento y otros edificios de interés. Según algunos autores, tras la época romana el centro de Lugo quedó prácticamente desierto y, durante Alta Edad Media, éste estaba ocupado prácticamente sólo por el clero. En 1129 comenzó la construcción de la catedral románica, diseñada por el maestro Raimundo de Monforte y dedicada a Santa María, llamada Virgen de los Ojos Grandes, debido al tamaño de los ojos de la imagen que la basílica alberga. El retablo renacentista que estaba en el altar mayor, obra de Cornelius de Holanda, se partió a consecuencia del terremoto de Lisboa de 1775. Tras ello se decidió dividirlo en varios fragmentos, los dos mayores de los cuales se encuentran actualmente en ambos extremos de la nave de crucero. Durante la Baja Edad Media Lugo fue, al igual que Santiago de Compostela, un centro de peregrinación, ya que la catedral contaba con el especial privelegio, que aún conserva hoy día, de exponer al público una hostia consagrada las venticuatro horas del día (de ahí el lema del escudo). Algo más tardías, del período gótico, son la iglesia de San Francisco (hoy de San Pedro) y la dedicada a Santo Domingo. Durante la Edad Moderna Lugo fue protagonista de un cierto auge, aunque otras ciudades cercanas como Mondoñedo o Ribadeo le disputaban la supremacía, sobre todo debido a que estas ciudades tenían más importancia comercial, la primera, e industrial, la segunda. No fue hasta la división de España en provincias de 1833 y la creación de las diputaciones que la ciudad amurallada se convirtió en la ciudad más importante de lo que hoy denominamos provincia de Lugo, al convertirse en la capitalidad, lo que supuso un crecimiento en población y extensión que ha sido constante hasta nuestros días. En 1903 se fundó el que actualmente es el único diario existente en la ciudad: El Progreso, que en su momento tuvo que competir con otros como La Voz de la Verdad. En 1972 y promovida por el ayuntamiento y la Dirección General de Bellas Artes, se procedió a la demolición de los 130 edificios y 1.429 cobertizos que estaban adosados a la muralla por el exterior e impedían la observación del monumento. La obra significó quizá la mayor remodelación del aspecto de la ciudad desde tiempo de los romanos. Otros lugares de interés Otros edificios de interés son el balneario romano y el puente romano. Se sabe que una calzada romana unía la ciudad con los dos monumentos mencionados, pero se ignora exactamente su trazado. Lamentablemente, una calzada medieval que probablemente siguiera el trazado de la romana fue demolida en fechas tan recientes como los años 90 del pasado siglo. Irónicamente, poco antes había comenzado una tímida política de recuperación del entorno urbano que aún hoy requiere una revisión. Precisamente, dos emblemáticos edificios lucenses, como el del antiguo café Monterrey en la Rúa Doutor Castro y el del antiguo Casino o de La Voz de la Verdad en la Rúa Conde Pallares, sufrieron desafortunadas restauraciones durante el último año. El barrio de O Carme conserva destacables edificios que en los últimos años y gracias a un encomiable esfuerzo, están siendo restaurados en su mayoría por diversas instituciones, como el Instituto Galego da Vivenda e Solo y la diputación, y entidades privadas. El museo provincial destaca por su colección de orfebrería celta, sus mosaicos romanos e interesantes colecciones de artistas gallegos como Castelao, Xulia Minguillón, Castro Gil, Asorey... además, un ala del recinto es ocupada por el museo Nelson Zumel de arte contemporáneo. La fachada del ayuntamiento, de [principios del siglo XVIII], obra de Ferro Caveiro, destaca por ser un ejemplo arquetípico del barroco gallego, con su decoración pétrea a base de placas, orejeras, gotas y volutas. La torre del reloj es posterior y, según algunos expertos, rompe la armonía de la construcción. Otro agradable rincón lucense es el parque de Rosalía de Castro, que cuenta con dos secuoyas, entre otras muchas especies de flora y fauna. A menos de diez kilómetros del centro de la ciudad se encuentra también el santuario tardo-romano (siglos III y IV) de Santa Eulalia de Bóveda, que conserva pinturas murales únicas en el mundo.

5. Vitoria-Gasteiz

Tras la crisis del Imperio romano, llegaron a la zona donde se asienta Vitoria varias tribus del norte de Europa. En este contexto, el lugar quedó en una zona marginal entre los visigodos (al sur) y los francos (al norte). Tradicionalmente se ha afirmado que la ciudad denominada Victoriacum, que fue fundada por el rey visigodo Leovigildo en el año 581, corresponde a Vitoria.6 Esta afirmación se basa en el siguiente texto:7 Anno V Tiberii, qui est Leovegildi XIII annus, [...] Leovegildus rex partem Vasconiae occupat et civitatem, quae Victoriacum nuncupatur, condidit. Sin embargo, este dato no está suficientemente probado y expertos historiadores opinan que Victoriaco no estaba en la actual Vitoria o antigua Gasteiz sino en una zona cercana, probablemente a los pies del monte Gorbea donde hay un pueblo llamado Vitoriano en el municipio alavés de Zuya. A. Barbero y M. Vigil opinan que también pudo tratarse del oppidum de Iruña, la Veleia de Ptolomeo, complejo romano de gran importancia ubicado en tierras alavesas, a 11 km de Vitoria. Recientes trabajos arqueológicos realizados en la ciudad apuntan a la presencia de francos, y no visigodos, en la zona, dificultando la identificación de Victoriacum como Vitoria. No existen muchos restos arqueológicos de esta época, pero parece ser que hubo asentamientos francos permanentes en las cercanías de la actual ciudad. Por ejemplo, en el yacimiento de Aldaieta (Nanclares de Gamboa) se han encontrado tumbas adornadas siguiendo las costumbres francas. Se cree que este asentamiento data entre los siglos VI y VIII. De la misma manera, los objetos encontrados en las excavaciones realizadas bajo la catedral de Santa María de Vitoria parecen ser de dicha cultura. Es más, tras examinar las características de estos objetos se puede afirmar que son del siglo VIII o posteriores.8 De cualquier manera, no parece que la influencia, sea visigoda o franca, fuera importante en la zona de Vitoria. Según muestra la reja de San Millán de la Cogolla, en el siglo XI la mayoría de topónimos de la Llanada Alavesa, donde se encuentra Vitoria, eran de origen vasco incluyendo algunos otros de origen romance.9 La reja de San Millán es un documento del año 1025 que lista una serie de poblaciones que pagaban diezmos al monasterio de San Millán. La primera mención documentada de una aldea denominada Gastehiz se encuentra en dicho documento, aunque no se cita la localización de dicha aldea. Este mismo documento menciona igualmente muchas de las poblaciones que componen actualmente el municipio de Vitoria. La actual Vitoria fue fundada por el rey navarro Sancho VI el año 1181 en el lugar de Gasteiz («...novum nomen imposui scilicet Victoria quae antea vocabatur Gasteiz...» / «...a la que impuse el nuevo nombre de Vitoria que antes se llamaba Gasteiz») con la denominación de Nova Victoria. El origen de la fundación fue, al igual que en el caso de otras ciudades de la zona (Antoñana, Bernedo, Lapuebla de Arganzón, Laguardia), la necesidad por parte del rey navarro de crear una línea defensiva ante el reino de Castilla.10 Según estudios recientes11 , el poblado de Gasteiz contaba con una muralla defensiva con cien años de anterioridad a la fundación de Victoria por Sancho VI. Esta muralla fue años más tarde decisiva en el asedio de ocho meses con el cual las tropas del rey Alfonso VIII pudieron hacerse con el control de la ciudad. De tal manera que en el año 1200 paso ya a depender de Castilla. El propio rey castellano la dotó de su primer ensanche gótico en la ladera oeste. Alfonso X el Sabio la extendió en 1256 hacia el este con nuevas calles gremiales. Enrique III, en 1399, concede a la ciudad dos ferias francas. Fue importante su judería, antes de la expulsión de los hebreos ordenada por los Reyes Católicos: el viejo cementerio judío aún se conserva en forma de parque (Judizmendi) con un monumento conmemorativo de su pasado. En 1431, el rey Juan II de Castilla le otorgó el título de ciudad. En 1463 fue una de las cinco villas fundadoras de la Hermandad de Álava junto con Sajazarra, Miranda de Ebro, Pancorbo y Salvatierra. En 1466 Enrique IV de Castilla concedió a la ciudad el título de leal y en 1470 Fernando el Católico la nombra muy leal. El 22 de septiembre de 1483 Isabel I jura los fueros y privilegios de la ciudad en el Portal de Arriaga. Controversia arqueológica-histórica: Los estudios arqueológicos sobre una pequeña superficie en el interior de la catedral han dado con un análisis del C14 que sitúa la construcción de la muralla a de finales del siglo XI (cien años antes de la fundación de la villa por el rey navarro Sancho el Sabio), sin embargo, muchos historiadores expertos en Fueros medievales no apoyan esa tesis. Los fueros otorgados por los reyes, o estamento jurídico, permitía la construcción de murallas y guarnición pero no podía existir un recinto de 20 torres como interpretan su cerco amurallado, sin el consentimiento real en forma jurídica. Vitoria-Gasteiz fue creada como tenencia defensiva junto con Zaitegi (1187), con el fin de proteger la nueva frontera que se había creado tras el tratado con Castilla de 1179. La existencia de algún tramo de muralla anterior sólo puede ser defendido desde el punto de vista arqueológico pero carece de fundamento histórico.

6. Zamora

Todo indica que los primeros pobladores de estas tierras fueron los Vacceos, gentes apacibles dedicadas a la agricultura y a la ganadería. Pero será la Roma Imperial quien, consolidando los caminos marcados por Fenicios y Cartagineses funda Ocellum Duri; una de las poblaciones que destacaba en la calzada romana o Vía de la Plata, que partiendo de Mérida llegaba a Astorga y cruzaba el Duero por Zamora. De estos primeros contactos, con la conquista y posterior dominación romana, datan las crónicas del caudillo lusitano Viriato. Tras las invasiones del norte por parte germana, Zamora pasa a ser territorio visigodo y es entonces cuando aparece el nombre de Semure, parece ser porque eran originarios de una ciudad del centro de Francia llamada Semur; otros indican que Semure significa” Viejo Muro”. A mediados del siglo VIII llegan los árabes a nuestra ciudad, la llamarían Azemur, “Olivar Silvestre” y Samurah, “Ciudad de las Turquesas”. Les agrada el emplazamiento y construyen la quinta muralla que tuvo Zamora. En el año 747, Alfonso I -El Católico, rey de Asturias-, la recupera de los musulmanes, para ser de nuevo destruida por los árabes en el 879 por el Emir Mohamed . Una vez más vuelve a pasar a manos cristianas, con Alfonso II -El Casto, rey de Asturias-, siendo de nuevo fortificada. Alfonso III -El Magno, rey de Asturias- la repuebla con mozárabes toledanos en el año 893, rodeándola de murallas y dotándola incluso de palacios y baños, convirtiéndose, por su emplazamiento y características, en la ciudad fortaleza más importante de los reinos cristianos. Zamora es descrita por los cronistas árabes, como “la capital de reino de Galicia, rodeada de siete recintos amurallados y grandes fosos”. En el año 901, los musulmanes son objeto de una gran derrota, recordándose como el Día de Zamora lo que le dará el sobrenombre de Numancia. Más tarde, Abderramán III la cerca de nuevo, con un ejército de 100.000 hombres y la denomina “La Fosa de Zamora”, porque para acceder a ella, hay que caminar sobre cadáveres que cubren la fosa hasta desbordarla. En el año 981 es tomada por Almanzor , “Azote de Dios”, y años después vuelve a manos cristianas definitivamente. Fernando I -El Magno, rey de Castilla (1035-1065) y de León (1037-1065)-, la repuebla definitivamente con montañeses en el año 1061 y a él se deben la reedificación de la ciudad y las primeras obras de fortificación de las hoy conservadas que, posiblemente, seguían el trazado de las de Alfonso III, convirtiéndola en plaza inexpugnable y concediéndole Fuero. Muerto Fernando I en el año 1065, sus hijos varones le sucedieron en los territorios que éste les había atribuido en la Curia Regia del año 1063. Así, mientras el primogénito Sancho era proclamado rey de Castilla y el más joven de los tres, el infante García, quedaba instaurado como soberano de la tierra gallega, el segundogénito Alfonso, entraba en posesión del reino de León. Fue entonces, cuando Fernando I concedió a sus hijas, Urraca y Elvira la totalidad de las temporalidades de los monasterios del reino, los diezmos y los patronatos de León, juntamente con las ciudades de Zamora y Toro. Tras la muerte de la reina madre, doña Sancha, en el año 1067, ante la ambición de Sancho II -El Fuerte- de unificar el reino y después de haber despojado de sus tronos a sus hermanos, pone cerco a Zamora el 4 de marzo del año 1072; un asedio que duró más de siete meses y que los zamoranos resistieron heroicamente dando pie al famoso dicho: “no se ganó Zamora en una hora”. El aislamiento acabó el 7 de octubre con el magnicidio del rey Sancho a manos de Bellido Dolfos, personaje de dudoso origen -gallego, leonés-, perteneciente al bando enemigo, quien le engañó enseñándole el lugar por donde podía penetrar a la ciudad sin ser visto y, en realidad, lo que hizo fue asesinarle; a esta puerta se le conoce hoy como Portillo de la Traición. Por ella entró Bellido, el 7 de octubre de 1072, perseguido por el Cid. Muerto Sancho II, su hermano Alfonso VI -El Bravo- vuelve de su destierro en Toledo para recuperar el reino de León y reclamar para sí el de Castilla, tras jurar, en la iglesia de Santa Gadea de Burgos, ante el Cid y los caballeros castellanos, que no había participado en la muerte de su hermano. Para evitar una nueva lucha fratricida encarceló a su hermano García, privándole de su reino, Galicia. De esta manera, y con la intervención de su hermana Doña Urraca, unifica de nuevo los reinos, quedando Zamora bajo la gobernación de Doña Urraca. Todos estos acontecimientos, aunque envueltos en leyenda y poesía, han sido bien conocidos, ya que forman parte del "Romancero" que, de este modo, constituye una magnífica crónica sobre la gesta del Cerco de Zamora. La edad de oro de la localidad es el siglo XII. Es en este siglo cuando se configura su estructura urbana y se edifican la mayoría de sus monumentos más representativos; el estilo dominante de estas construcciones es el románico, lo que le ha supuesto merecida fama de “Ciudad del Románico”. La población va en aumento y el perímetro urbano se sitúa ya fuera de la primitiva muralla, por lo que se hace necesario, a mediados de ese siglo, levantar una segunda fortificación. Durante el siglo XIII, y como consecuencia de la reconquista avanzada ya hacia el sur, Zamora deja de tener interés estratégico y entra en un periodo de quietud, dejándose de sentir la gestión real. Aún así, al finalizar la Edad Media, Zamora, era uno de los principales centros urbanos del reino de León. Las guerras con Portugal devuelven a nuestra ciudad y a su territorio valor estratégico; fue lugar de luchas de los Trastámara, siendo declarada franca en 1355 por Pedro I -El Cruel, rey de Castilla y de León- y lugar de establecimiento del bastardo Enrique II de Castilla -Conde de Trastámara-. En el siglo XV, ya en tiempos de los Reyes Católicos, es escenario de las luchas que la Reina Isabel mantenía por el trono. En Zamora, se estableció la corte de Juana -La Beltraneja, sobrina de Isabel I la católica-; pero sus habitantes se declararon partidarios de los Reyes Católicos. En la batalla de Toro o Castroqueimado, acaecida el 1 de marzo de 1476, salió derrotado Alfonso V de Portugal, consorte de Juana, consolidándose de esta manera en el trono Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón y V de Castilla . Hay que destacar también, siglos más tarde, el papel desempeñado por Zamora en la lucha de las comunidades en su insurrección contra el poder real; son célebres las revueltas protagonizadas por el Obispo Acuña. En el siglo XVI, comienza el declive de la ciudad con una marcada regresión en su número de habitantes. La situación mejorará en el siglo XVIII, pero sufre un nuevo revés con la guerra de la Independencia a principios del siglo XIX. El conflicto contra los franceses, que ocuparon la ciudad durante más de tres años (1809-1813), y el proceso desamortizador, supusieron un duro golpe para el patrimonio histórico-artístico que se vio seriamente afectado. En los últimos doscientos años ha experimentado un desarrollo que, aunque lento, ha dejado algunas construcciones de notoriedad en la zona este, a extramuros de la primitiva capital. Aunque el discurrir de los últimos siglos no ha reservado nuevas glorias para Zamora, el pasado sustenta sobradamente el título de “Muy Noble y Muy Leal” que le concediera Enrique IV de Castilla.

7. Ronda

Prehistoria y Edad Antigua Aunque en el entorno de la ciudad se han encontrado restos prehistóricos que se remontan al Neolítico entre los que destacan las pinturas rupestres de la Cueva de la Pileta, los orígenes de Ronda son celtas quienes en el siglo VI a. C. la llamaron Arunda. Posteriormente los fenicios se instalaron en una aldea cercana que llamaron Acinipo. Arunda, tras ser conquistada por los griegos, pasó a denominarse Runda. Pero Ronda como tal fue fundada como consecuencia de la Segunda Guerra Púnica, durante la campaña que el general romano Escipión llevó a cabo contra los cartagineses que dominaban la Hispania a finales del siglo III a. C. Es entonces cuando se mandó construir el castillo de Laurus el cual favoreció el asentamiento de la población a su alrededor y alcanzando en tiempos de Julio César el rango de ciudad, alcanzando sus habitantes, y los de la vecina Acinipo, la cualidad de ciudadanos romanos. En el siglo V, con el fin del Imperio romano, la ciudad es tomada por los suevos al mando de Rechila, pasando después por un período bizantino, en el que Acinipo fue definitivamente abandonado, hasta que Leovigildo la integró en el reino visigodo. Edad Media En el 711 se produce la invasión musulmana de la península y, en 713, la actual Ronda abre sus puertas, sin presentar batalla, al jefe bereber Zaide Ben Kesadi El Sebseki. La ciudad pasa a denominarse Izn-Rand Onda (la ciudad del castillo) convirtiéndose en la capital de la provincia andalusí de Takurunna. Con la desintegración del califato de Córdoba, la cora de Takurunna pasa a convertirse en la Taifa de Ronda (Banū Ifrēn), un reino independiente regido por Abu Nur Hilal Ben Abi Qurra, y será durante este período cuando se crea la mayor parte del patrimonio monumental con que cuenta el casco histórico de Ronda y los arrabales. Abu Nur Hilal fue sucedido por su hijo Abú Nasar quien tras morir asesinado provocó que Ronda pasará a formar parte del reino sevillano de Al-Mutadid. El período islámico de la ciudad finaliza cuando, el 22 de mayo de 1485, el rey Fernando el Católico logra tomarla tras un prolongado asedio. Tras la conquista muchos de los monumentos erigidos por los musulmanes son remodelados adecuándose a la nueva situación que vive la ciudad que inicia un nuevo florecimiento que la hace crecer extendiéndose en nuevos barrios como los del Mercadillo y San Francisco, pasando a conocerse el antiguo núcleo árabe como “La Ciudad”. Edad Moderna En 1572 se funda la Real Maestranza de Caballería de Ronda con fines de entrenamiento para la defensa y las guerras del reino. Entre los siglos XVI y XVII se conforma el grueso de la ciudad como se conserva en la actualidad. La antigua medina toma el nombre de La Ciudad, mientras que al barrio del Espíritu Santo se le llama Barrio Alto y al barrio de San Miguel, Barrio Bajo. Los nuevos barrios de San Francisco y del Mercadillo experimentan un gran desarrollo constructivo, dotándose de posadas, iglesias, monasterios, etc. En el siglo XVIII la ciudad vive una etapa de importantes construcciones entre las que destacan el Puente Nuevo, que ha pasado a considerarse el símbolo de la ciudad, y la Plaza de toros. A partir de esa época se crean los mitos románticos de bandoleros y toreros.

8. Donostia-San Sebastián

Fundación Si bien se desconoce de manera exacta su fundación, el primer dato lo aporta un documento —considerado falso por la mayoría de los historiadores— del año 1014 de Sancho el Mayor de Navarra, según el cual el monasterio de San Sebastián se pone en manos del abad de Leyre y obispo de Pamplona. Dicho documento será confirmado, en 1101, por el rey Pedro Ramírez (Pedro I de Aragón, rey de Navarra y Aragón). Las primeras noticias escritas de San Sebastián hacen referencia a un monasterio, situado en el barrio que aún hoy se denomina San Sebastián El Antiguo. A aquel lugar se le conoció primitivamente, según algunos historiadores, como Izurum. San Sebastián surge etimológicamente de la evolución de la palabra Donebastian (de Done = Santo, y Sebastián). En los siglos XI y XII, el monasterio de San Sebastián El Antiguo, al mismo tiempo que centro espiritual, lo era de la naciente vida social y administrativa de la población de esta zona, que, con el tiempo, de no ser por diversos avatares que tendrán lugar posteriormente, habría cristalizado en un municipio. San Sebastián fue fundada hacia 1180 por Sancho el Sabio, rey de Navarra. Nace para ser puerto marítimo de Navarra, e inicialmente cumple su misión como tal. Guipúzcoa a partir del año 1200 rinde vasallaje al rey castellano Alfonso VIII, enemigo de Sancho el Fuerte. Para los comerciantes de San Sebastián este cambio será positivo, dado que pasa de ser el puerto de un pequeño Estado sin posibilidades de expansión territorial (Navarra), a servir de salida al mar de una monarquía, la castellana, mucho mayor, más rica y en plena expansión. Edad Media Los Reyes de Castilla contarán en 1248 por primera vez con fuerzas navales de San Sebastián, que tomarán parte en inutilizar la escuadra de moros y el puente de Triana, cuyo resultado fue la rendición de la ciudad de Sevilla. Alfonso VIII jurará los fueros e iniciará la larga serie de privilegios otorgados a San Sebastián, tendentes a mantener unos vivo el tráfico navarro y otros una situación privilegiada de los comerciantes donostiarras en el mercado español. Esta prosperidad es la que la hará resurgir de los múltiples incendios que padecerá a partir de 1266, llegando a arder por completo seis veces en dos siglos y cuarto. La Guerra de los Cien Años, la Guerra de los Bandos y la evolución de Navarra en dirección francesa por motivos dinásticos trajeron para San Sebastián, en la segunda mitad del siglo XIV, una consecuencia grave, el desplazamiento de las principales líneas de tráfico hacia Bilbao, sustituyendo a San Sebastián como centro de gravedad del tráfico comercial. En enero de 1489 un incendio redujo a cenizas la villa. Este desgraciado acontecimiento tuvo como medida la construcción en piedra de la villa. Este incendio sería el último de la época medieval de San Sebastián. A partir del último cuarto del siglo XV, San Sebastián, de ser un emporio mercantil, pasará, por su situación estratégica, a ser plaza militar; y su puerto principal, Pasajes, pasará de ser esencialmente comercial, a cumplir las funciones de base naval.

9. Tudela

Tudela con orígenes inciertos, posible prueba de su antigüedad, conserva en su suelo restos inequívocos que hablan de asentamientos humanos desde el Paleolítico Inferior. La villa del Ramalete , restos de cerámica Romana en la colina que domina Tudela y dentro del casco Antiguo, atestiguan un asentamiento efectivo romano, datado también por testimonios escritos contemporáneos, si bien no es conocida como núcleo de población estable hasta la época de la dominación musulmana. La Ribera de Navarra y concretamente Tudela, Ciudad Musulmana, con mezquita mayor, zoco y abigarrado caserío al abrigo de la alcazaba, están supeditadas a Al-Andalus hasta 1.119, siendo frontera de dos fés: la Musulmana y la Cristiana. Esta población musulmana, vivió en relativa calma con una colonia judía y otra mozárabe dentro de sus muros, conviviendo modélicamente, después de la conquista y durante 400 años, las tres culturas monoteístas, cada una bajo las jurisdicciones, usos y ritos que les son propios, y en barrios diferentes, llegando a ser su Morería y Judería las más prestigiosas y numerosas de Navarra. En 1119 Tudela pasa a formar parte de la corona Navarro-Aragonesa, nombrándola D. Alfonso I el Batallador cabeza de Merindad y concediéndole los Fueros de Nájera, Sobrarbe y "Tortum per tortum", quedando finalmente, en 1134, en la de Navarra a la restauración del viejo reino pirenaico, como una "Marca fronteriza". Los siglos XI a XIII contemplan la explosión de los efectos de la "cultura andalusí" en Tudela, con figuras señeras tanto árabes como judías. No podemos olvidar la figura de nuestro rey Sancho VII el Fuerte, el de las Navas, nacido y muerto en Tudela, y conquistador de las cadenas que orlan el escudo de Navarra. En 1390, fue elevada por el Rey Navarro Carlos III, el Noble, a la categoría de Ciudad. El espíritu libre de sus habitantes, el celoso amor a sus Fueros, libertades y franquicias, así como la profunda lealtad a sus reyes, han sido aspectos que han quedado patentes a lo largo de su historia. Cuando Fernando el Católico pone fin a la independencia del Reino, Tudela se mantiene fiel a los reyes depuestos, siendo, en 1512, el último pueblo navarro que se somete, jurando "El Católico" los Fueros de la Ciudad. Esto le valió el título de "Muy Noble y Muy Leal", que desde entonces orgullosamente ostenta. La francesada en Tudela, como en el resto de nuestra Patria supuso escenarios bélicos, corrientes nuevas, "filias y fobias". En fin, y una vez más, nuestra Ciudad vuelve a ser "encrucijada" el 23 de Mayo de 1808, entrando en la historia militar,por "La Batalla de Tudela", ganada por las tropas Francesas y colocada por tal victoria, en el Arco del Triunfo de París Entra Tudela en el siglo XX introduciendo mejoras en su sistema ciudadano. Pasada la Guerra Civil y en los 50, comienza un cambio definitivo en la Ciudad. El despegue económico y la demanda de elementos productivos propicia una considerable inmigración de gentes de la Ribera, del cercano Aragón y de Soria, actuando Tudela, una vez más, como centro de creación de empleo en la zona

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